No sos tonto, Aníbal, te imaginarás que por mucho que te dijera que jamás me soltaba el pelo era imposible. ¿Sos tonto, Anibal? ¿No pensabas, por ejemplo, que es obvio que tendría que soltarlo para lavarlo, para peinarme aunque sea? Y yo pensaba ¿no?, pienso, si alguien no se da cuenta de una obviedad tan grande es que es tonto ¿no? Un bruto. Y pensaba también que pensando un poquito en eso, dándote cuenta de que es sencillamente imposible tener el pelo atado siempre, de algún modo yo, Anibal, era desobediente, y si te desobedecía en eso, Aníbal, ¿por qué pensás que no iba a desobedecerte en todo lo demás?
No pensás porque no pensás. Nunca pensaste. ¿Ves cómo me cepillo? Así me cepillo siempre, Anibal, cuando vos no dejabas que me soltara el pelo también. Sola en el baño me cepillaba así ¿ves? Y ahora me cepillo así por toda la casa. A veces se me cae el pelo y me encanta saber que no tengo que limpiarlo. Y si vieras, Aníbal, la mugre que tiene la rejilla del baño, toda taponada de pelos ¿Me dejás que me cepille acá? Dejame, Anibal, dejame porque me relaja ¿ves? Y me gusta estar relajada mientras hablamos.
Hace mucho que no me ves así, yo diría “fresca”; quizás sólo me viste así apenas nos conocimos ¿no? La noche en que nos conocimos, por ejemplo, en el baile, con el solerito rosado que no me dejaste volver a usar. Nunca me expliqué, Aníbal: parecía que lo que te gustaba de mí, esa noche, era cómo bailaba, te ví mirarme y a mí también me gustó, y por eso bailé con más gracia y nos casamos tan pronto, Anibal, tan pronto, que no llegué a figurarme, nunca me pregunté, cómo ibas a ser vos después de que nos casáramos.
Porque yo pienso, ¿no? Digo, podrías haberme exigido que bailara sólo para vos ¿no? Pero no bailar, prohibido bailar, la verdad es que no se me había pasado por la cabeza. ¿Quién se casa con una bailarina para pedirle que no baile nunca? ¿Sos tonto, Anibal?
Y si hubieras visto cómo bailaba cuando estabas en el trabajo, Aníbal,… ¡Y cómo bailo ahora! Estabas contento cuando me tiraste la radio, pero ¿sabés qué Anibal? Yo enseguida me conseguí otra, ¿querés escuchar? La traje en la cartera, quién se va a hacer problema si la pongo acá, porque ¿te atienden mucho acá? Yo no veo que te atienda nadie, Aníbal. Pobrecito, estás desacostumbrado a esto ¿no? Te malacostumbré, te hice malcriado. ¿Te malcrían acá, Anibal? A mí me parece que no, yo creo que las enfermeras ni te ven, como si fueras invisible. Por caso, la gotita del suero, yo hace rato que no veo que caiga y ¿vino alguien, Anibal? ¿Pasó la enfermera por acá? Yo ví a un médico muy atento que hablaba con una señora, la señora le preguntaba por su esposo y él le contaba. Y yo, Aníbal, perdoname que no le pregunte pero ¿para qué? ¿qué me va a decir? ¿no sabemos cómo va a terminar todo, acaso? Escuchá, Aníbal, escuchá qué lindo este bolero.
Anoche, sin ir más lejos, lo hablábamos con Oscar: pobrecito Aníbal, decíamos, él ahí, muriéndose y nosotros acá. Son las vueltas de la vida, Aníbal, quién lo hubiera imaginado. Yo no, porque la verdad pensaba que iba a hacerme vieja al lado tuyo, el pelo atado… ¿tenés sed, Aníbal? Cómo no vas a tener. Esta botellita de agua está intacta por lo menos desde antes de ayer, te la trajimos con Oscar cuando vinimos a verte. Alguien tendría que darte agua con un gotero ¿no? La enfermera, alguien, yo sinceramente no puedo porque tengo que cepillarme, pero me parece, Aníbal, que alguien tendría que darte de tomar. Es inhumano tenerte así, muerto de sed, peor que a un perro.
No es vida, Aníbal, ¿para qué este sufrimiento? Yo pienso, por ejemplo, la mala sangre que me haría en tu lugar. Porque los médicos dicen que escuchás todo. Decían, más bien, porque yo ya no pregunto. Ya sé lo que pasa y lo que va a pasar, porque tu situación de por sí es difícil, y sin tomar la medicación no hay forma de que te recuperes, Anibal, eso es desapego por la vida directamente, y en cambio a mí la vida me gusta tanto… Ahora mismo, sin ir más lejos, me cepillo para ir a bailar con Oscar y me siento contenta. A mí me gusta la vida, Aníbal, lo sabés bien desde que me conociste y qué pena que no puedas ni abrir los ojos porque yo creo que te sorprenderías si vieras lo lindo que me sigue quedando el solerito rosado, si vieras cómo bailo este bolero con el solerito rosado puesto.
En Letras y música. En Paszkowski (comp) Clásica y Moderna. 2012.